Estoy con mis dos hijos, el que ya sabe decir mi nombre y darme grandes abrazos. La que late en mi panza. Me siento parte de una gran tribu, habitada, co-habitable, plena.
La maternidad no completa a ninguna mujer. No es deber, ni es natura; es llamado.
Los dolores se esfuman en el aire, los sobresaltos no amainan el peso de la sangre en las arterias, esa sangre conectora y no vertida. " Sin sangre no hay nacimiento" dicen los yorubá. Dulce violencia si alguna. Cura líquida y roja- oní/oní.
Se esfuman todos los mitos. Ser madre no es esa cosa melcochosa que se supone que celebremos el día de hoy. No es sufrimiento, sacrificio, lágrimas, posposición. Es elegir el trabajar para formar a otros seres humanos. Asumir ese gran poder y ese gran deleite.
También es un gran alivio. Al fin concretiza lo que a una le toca hacer en este mundo. A mi me toca escribir y criar. Así de simple.
Un gran alivio, en verdad. Después de tanto amor fallido, encontrar el verdadero.