Soy una lectora ansiosa. Leo de prisa, como quien tiene hambre y bulimia. Leo más pendiene de lo que no he leído que de lo que se abre como una flor de tinta ante mis ojos. Me regala su evanescente presencia. Tengo también que admitir que uno de mis grandes errores es escribir igual. Pero ahora que leo a Kawabata me estoy haciendo consciente de ese error. Del error de la primitiva que escribe. De la lectora ansiosa, deambulante, que corre por las páginas.
A Kawabata me lo presentó Iván Thays cuando llegó a Puerto Rico. Llegó cargado de regalos- dos monos peruanos (de peluche) para mis hijos, cajas de chocolates "Sublime" de los que me hice fanática y viciosa (el nombre les cuadra perfecto), un pendiente de plata peruana (eso fue regalo de mi santo) y Kawabata. "Tú tienes una relación muy tensa con tu prosa. Toma, "El sonido de la montaña". Léetelo". Yo abrí las primeras páginas con ansia. La prosa de Kawabata fluye sinuosa, evadiendo la acumulación de conflictos y la narración de acciones lineales, conducentes al desencadenamiento de la trama. ¿Antitrama? Inmediatamente pensé en Bolaños. En eso de "la escritura fractal".Pero esto era otra cosa, era obligar al ojo a ir lento, a posarse en el terrible dolor enquistado en las flores de sasana, en el silencio de los cristales sobre las repisas- ese dolor que existe cuando uno se percata de la vida secreta de las cosas. De lo lejos que quedan. De la irremediable melancolía que es estar vivo y luego morir.
No pude terminar "El sonido de la montaña". Se me iba a partir el alma. De ansia.
Pero no puedo escapar de Kawabata. Premio Nobel de Literatura del 1968. Cuatro años después, se suicidó.
Me entreno ahora en leer con calma. Leer desde la melancolía desgarradora de las palabras casi dichas.Me entreno en leer a Kawabata. Pero de a poco. En compararlo con Kenzaburo Oé, con Mishima, con Banana Yoshimoto, con Murakami. Con Sei Shonagon y con Matsuo Basho (lectura clásica japonesa). Me entreno en la calma de narrar. En leer desde la melancolía del desconocimiento y de la duda, sin desgarrarme.
Primera nieve en el Monte Fuji recoge los 10 mejores cuentos de Kawabata. Son cuentos largos, que narran la vida cotidiana de los que quedaron después de la Segunda Guerra Mundial, de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
Una frase leída se me ha quedado en la memoria. No la puedo sacudir. Quizás si la escribo, pueda olvidarla. Dejarla que pase. Esta en el cuento "Con naturalidad"
"Momosuke repitió la palabras del viejo: Yo he olvidado por completo las cosas de antes" Y continuó:
-Si decimos ésto, podemos salvarnos".