“El que analiza asesina. Estoy segura de que sabías eso, profesora.
El que lee con cuidado descuartiza.
Todos matamos.”
La muerte me da” Cristina Rivera Garza. Barcelona: Tusquets, 2007.
Marzo 2007, una isla del Caribe. Puerto Rico.
Dos profesoras invitan a la escritora Cristina Rivera Garza a la universidad. La invitan a dar un seminario. Cristina viene. Yo, me entero tarde y me lanzo a encontrarla por las calles del Viejo San Juan. Soy su fan. Soy su lectora más voraz. Quiero conocerla.
Me entero que la escritora mexicana había preguntado por mí. Me andaba tambi´´n buscado.
Hablamos por horas. Nos senatmos en Barú, a comer con las profesoras que la invitan. Yo la oigo. Le pregunto, la leo. Corte en la pupila, luna y calor. Corremos ambas. Ella me avisa que regresa pronto.
Me cuenta además que está escribiendo una novela de las que no venden, que es una reflexión sobre el lenguaje. Que quizás se titule “Las lectoras de Pizarnik”
Abril 2008, otra vez la isla.
Camino por la Avenida Ponce de León. Comienza a hacer calor. Entro en la librería La Tertulia a ver libros. A coger fresquito de aire acondicionado. Veo “La muerte me da”. “Le ha cambido el título” Recuerdo. Luna, jadeos…Cojo un ejemplar y lo pago en caja.
Me lo llevo a la casa. Lo devoro en noches de insomnio con la nena pegada a la teta. Lo devoro en madrugdas tranquilas .
“La muerte me da” es “Las lectoras de Pizarnik”. Un libro para aquellas mujers que leemos con voracidad a otras mujeres, que las descuartizamos. Frases cortas , cortadas, narran la historia de una asesina en serie que castra hombres. Pero la novela no es acerca de eso. Es una relectura del Speculum de Irigaray y de “La rire de la Meduse” de Hélene Cixous y del canon completo de mujeres escritoras del siglo XX. Responde a una pregunta ¿ qué se hace con el falogocentrismo cuando una tiene esta extraña aficción por las palabras? ¿Cuando una ama el falo, se lo engulle una y otra vez, se lo usa líquido para hacer libros con su redes simbólicas?, Cristina Rivera Garza se lanza a des/ escribir desde el jadeo, desde la huida, desde el corte, la incisión. Se declara asesina.
El juego con la introspección fluida de la Virginia Woolf, la frase ahogada de Rosa Beltrán. La de Margo Glantz. Esa cosa licuosa de las transiciones entre escenas que nos enseñó la Bombal. Y Elena Garro está ahí, y Margaritte Duras. Pero sobretodo Lispector. Y Colette, Lessing. Ahí están.
La autoficción sí, pero a la usanza de la misma Pizarnik; una autoficción desalmada por lo avocada hacia el silencio y (sí) hacia el suicidio. Juego con el vacío en cada expresión. Abismo detrás de cada palabra. El lenguaje como un hoyo.
Eso.
Leo “La muerte me da”. Me sumo a las lectoras asesinas. L as del corte. Soy Pizarnik, leyendo a Rivera Garza. Soy lectora que desde el Caribe jadea y asesina. Sangre y tinta. Qué deleite.