Fuimos a desayunar al Viejo San Juan. Mario y yo decidimos variar un poco la rutina habitual de llevarnos los nenes a Kasalta los domingos. Nos fuimos a Café Cultura. La pasamos muy bien. Luego corrimos por la PLaza Colón. Lucho y Aidara tiraron hojas mágicas al agua, para que navegaran como barcos. A mi hijo , varón al fin, le llamó mucho la atención un lagartijo ahogado que flotaba en el agua. Didi (Aidara) salió corriendo en tanto lo vio. Me agarró del pantalón y pidió que la cargara.
Mario, que trabaja como un burro, me pidió que diéramos una vuelta por los establecimientos del área- las tienditas de souvenirs, de tabaco, de café hasta que llegáramos a la Plaza de Armas. Como tenía que comprarle una pava al nene para su actividad del Día del Descubrimiento de Puerto Rico, decidimos irnos, aunque no habíamos traído con nosotros al amansaguapos de los nenes- el coche doble con amarras, para controlarlos mejor.
Pero si no los saco y no los enseño a cómo comportarse en las tiendas, nunca van a aprender ¿No es cierto?
Entramos a una tienda cuyos dueños son haitianos. Allí tuve que hacerle un cambio ninja de pañal a la Aidara. La señora dependienta vino, se ofreció a tenerme el pañal sucio en la mano mientras yo intentaba que Lucián no rompiera nada. "El puede treparse donde quiera". Me dijo la señora. Miramos el resto de las máscaras de vejigante y os tapetes peruanos con alivio.
Luego Mario quiso probarse un sombrero. Ahí no tuvimos tanta suerte. Aidara y Lucián se pusieron a espadear con dos mapas viejos de Puerto Rico. El dueño, un señor gringo muy amable, nos llamó la atención. Nos fuimos con la tensión que siempre acompaña a los padres de dos nenes chiquitos- que no rompan nada, que se comporten, que traten bien a los demás. Pero si no los sacas de la casa o del cuido o de la escuelita, no van a aprender jamás.¿No es cierto?
Ya la nena estaba cansada y decidimos irnos. Mario fue a buscar el carro porque empezaba a chispear. Entramos a Eclectika, frente a Marshalls. Allí, a Lucián y a Aidara les llamó la atención una cortina de campanitas que cuando ellos la tocaban, sobana hermoso. Pensé en cobijarme en esa tienda porque conozco a Maria y a otra de las dependientas. Había sido cliente asidua y pensé que allí me iban a entender. A darme cobijo con mis hijos mientras llovía. Pero quien estaba allí era un americano flaco que me miró con cara de pocos amigos desde que entré. No hice mas que trasponer la entrada cuando ya me estaba diciendo en un español mal mascullado- los niños no pueden estar jugando así con las cosas.
Agarre a Lucián y a Aidara y salí de la tienda. Me senté afuera, donde estaba un banquito, a esperar a que Mario llegara con el carro y a cobijarme de la lluvia inminente. Una gringa más flaca que el de adentro salió a decirme- "Estos bancos son privados. Se tiene que mover de aquí."
Yo comencé a caminar anonadada. No lo podía creer. Me sacaban de adentro y de afuera de la tienda. Y todo porque andaba con mis dos niños. Sí, son pequeños. No son los niños mejor portados de la faz de la tierra. A Lucián le gusta correr por las tiendas. A Aidara, tocar cosas. Tienen 4 y 2 años. Pero son gente, que un días e convertirán en adultos. Que tienen que aprender a interaccionar con espacios públicos. Si nos permiten pisarlos.
Viré hacia la tienda y me le encaré a la dueña. Le dije que esas no eran formas de tratar a un cliente. Que , a fin de cuentas, mis hijos noestaban jugando, ni gritando, ni rompiendo nada. Que nunca más volvería a comprar nada en la tienda. Ella, me dijo que no había nada qué discutir, Que me guardara mis razones. Que si yo no puedo "controlar a mis hijos", ella tiene derecho a reservarse la admisión dentro de su tienda. Y fuera también. Mis niños se portaron en Ecléticka mejor que en las demás tiendas. No se treparon en ningún sitio, no tiraron nada, no gritaron, dijeron hola, buenos días y Lucián , asustado, dijo "perdón" al primer dependiente que nos sacó de la tienda . Mientras discutía con la otra mujer, Lucián quiso congraciarse. Le enseñó un coquí que le habíamos comprado. "Esto es un coquí"- le dijo. "En muy bonito". La dueña lo ignoró totalmente y siguió en su diatriba de controlar a los niños -como si yo fuera una madre supervisada por el Departamento de la Familia. En que ella tenía derecho a reservarse mi admisión.
"Derecho de adimisión".
Cada vez, veo más de estas actitudes anti- madre y anti- niños en la calle, en establecimientos públicos, tiendas, restoranes, etc. Y los niños, ¿dónde van a aprender a comportarse. a interactuar. A ser gente.
¿O fue que la estadounidense me trató así por razones distintas a que yo era una madre de nenes chiquitos? ¿Era porque yo era una madre negra con dos nenes, negros también? ¿Sin padre cerca? ¿Obviamaente, una madre que no puede controlar a sus hijos?
A la gente que teine hijos, les recomiendo que no pisen esa tienda. Les van a hacer pasar un mal rato. Yo ya no lo haré. Por la cara de mi hijo asustado, intentando congraciarse con aquella "dueña" de tienda que no lo haré. Nunca más.