Me repongo de un frustrado intento por atender el Festival de Saint Nazaire en Francia. La verdad, me duele mucho no haber ido. Intento viajar con mis hijos cuando debo ausentarme de la isla por más de 4-5 días. Hice maletas, hablé con maestras, pedí permisos, saqué pasajes. Pero se me olvidó el pequeño detalle de revisar las fechas de expiración de los pasaportes.
En el mostrador de Iberia nos dimos cuenta del asunto. Los niños empezaron a llorar. Melanie Pérez Ortiz, la compiladora de la muestra de literaria que llevámos a Saint Nazaire, se tuvo que embarcar con Ernesto, su hijo. Lucián se puso frenético porque Ernesto se montaba en el avión y él no. Aidara comenzó a llorar. Mario, como siempre, me ayudó lo mejor que pudo con la crisis. Por unos minutos, me tranqué. No sabía qué hacer. Decidí quedarme a consolar a mis hijos; montarme en un avión más tarde. No podía irme y dejarlos en ese estado. No podía.
Busqué otros vuelos a Saint Nazaire pero todos estaban copados. No hay vuelo directo de PR para Francia más que los martes y sábados. Hay que vlar por Miami o NY. Tampoco hay oficinas en la Isla que puedan expedir pasaportes de emergencia; estos son los gajes de vivir en una colonia. Uno tiene que viajar a Miami o a Nueva York o a Filadelfia para solicitar un pasaporte que no tome 6 semanas en ser expedido. Yo busqué opciones; hice llamadas. Fui a Iberia. Hasta Kenneth Mc Clintock me ofreció ayuda. Pero los vuelos de partida hacia Miami estaban llenos y los que no, costaban un dineral. A mi familia también le tocó la crisis. No había modo de pagar todo el dinero que implicaba reparar mi error involuntario.
Uno se da cuenta del país en el que vive de maneras bien concretas. Habitar en una colonia implica que no te puedes equivocar en ciertos aspectos. No se te puede pasar la fecha de expedición de documentos oficiales. Ese error no es fácilmente reparable.
Pero la culpa fue mía. Toda mía. Y de mi maternidad.
Qué es eso que nace dentro de una mujer que pare, esa cosa que se llama "maternidad" y que no tiene que ver mucho con la persona física de los hijos; que tiene que ver más con una misma, con una serie de compromisos, expectativas, tareas que van configurando una por dentro y de maneara diferente? Yo sabía que Lucián se tranquilizaría. Que Aidara dejaría de llorar. Que vería a mis hijos dentro de 8 días. Que se pondrían tristes, me echarían de menos, pero que en una semana la cosa se acabaría la angustia. Que debía cumplir con compromisos oficiales, profesionales. Esta era una gran oportunidad para mí y mi literatura. Y no pude montarse en ese avión.
Mis hijos tienen 4 y 6 años. No pude exponerlos a verme partir a un viaje que les había prometido sin llevármelos.
Alguien debería escribir algún dia un libro acerca de cómo ser escritora y mamá, de las secretas cosas que una hace por los hijos (como acceder a salir en anuncios de tele para poder pagarle tutorías de matemáticas, de escritura y un buen colegio a los chiquitos porque, sin ton ni son, botaron al marido del trabajo). Bueno, Doris Lessing ya lo hizo en "El quinto hijo" pero la vida que narra es la de una mujer normal que pare un monstruo. Yo he parido dos personitas que me han transformado en ésto- en este ser de nuevas prioridades que casi no sé apalabrar. Perdonen el cliché. Es difícil escribir sobre la maternidad sin caer en los clichés. Quizás por ello casi no hay mujeres que hablen sobre la experiencia real de ser madre. Quizás por ello, somos tantas las que vemos algo irreconciliable entre ser mujer profesional y madre- tantas las que se han decidido por lo uno o lo otro. O tantas mujeres que anteponen lo profesional a lo "maternal" para así rebelarse contra la imagen tradicional de la madre sacrificada.
Pero les juro que dejar ir ese avión no me hizo sentir como una "madre sacrificada"; como un "idiota que dejó pasar un detalle superimportante y una gran oportunidad" sí, pero no como una "madre sacrificada que cumple con su deber ante la sociedad". No cumplía con ningún deber social. Rspondía a una necesidad interna, mía. La de quedarme con mis hijos. Se activó un resorte interno; nuevo para mí.
Es curioso.
Sigo buscando las maneras de compaginar estos dos aspectos de mi vida. Sé que somos muchas las que intuimos, bien dentro de nosotras, que ya no hay marcha atrás, que esta completez que sentimos al ser mamás y ser, además, ese otro "algo" que nos tocó ser sobre la faz de la Tierra, es la dificil alternativa. Yo no podriá ser "tan solo una madre". Tampoco y para mi sorpresa "tan solo una escritora". Tengo que ser las dos cosas; este ser completo, pero en tensión constante.
Somos muchas las mujeres que estamos tensas. Peor. Estamos muertas de cansancio con la doble jornada; se nos olvida cotejar fechas de pasaportes, peleamos de más con los maridos;pero esta era la ruta. Ya la batalla está gana. La ganaron nuestras ancestras; las que pelearon por nuestros derechos al voto, a la educación, al control de la fertilidad (con sus secuelas extrañas), al divorcio. Pero ahora, ?cómo barajamos este asunto? Qué carta jugar y cuándo?
No lo sé. Les juro que no lo sé; pero , llorosa y feliz, seguiré intentándo jugar la mano precisa.