miércoles, 21 de marzo de 2007

Roncagliolo en Puerto Rico- crónica de un encuentro



El pasado lunes 19 de marzo estuvo visitándonos Santiago Roncagliolo. Al fin cumplió su promesa, una que me hiciera en la Feria del Libro de Miami en noviembre, donde nos conocimos. "Tú descuida, que yo llego a Puerto Rico" dijo. Ya veo que , además de un tipo fenomenal, es un hombre de palabra.

Vino a presentar su "Abril rojo" y a hablarnos su oficio y su pasión por escribir. La presentación en la Librería "La Tertulia" quedó regia (pronto en You-Tube). Luego tuvo otra en la Universidad Metropolitana que incluyó coctel y bailes folclóricos peruanos (pobrecito Chago..., le tocó ser escritor nacional). Y por último, Santiago visitó mi casa, donde toda una recua de nuevos amigos le cantamos "cumpleaños feliz", o , como él diría, mofándose del acento boricua, "japi beldei tu yú".

Al otro día de su llegada, Santiago, Bárbara Forestier (Directora de Derechos de Autor de Alfaguara) y yo nos encontramos en la playa del Fortín, cerca de la roca del perro. El no conocía el mito y no sé si entre las miles cosas que nos contamos (chismes del mundillo de escritores , mi preñez de tres meses, su reciente matrimonio y conversión a terrateniente, los amores de los amigos... ) yo le relaté la leyenda. Ella cuenta la historia de un pescador que se lanza al mar en busca de un peje gordo que se le escapa. Deja a su perro esperando su retorno. El perro, fiel a su amo, aún lo espera, convertido en roca. Repito, no sé si le conté la leyenda . Se quedaron muchas cosas en el tintero: mi agradecimiento por compartir en mi casa, con mi compañero y mis amigos, su increíble disposición a la alegría; contarnos los planes para nuevas historias... Fue una noche espectacular.

Lo que sí quiero dejar constar es la sorpresa y el aprecio que siento por esta nueva camaradería que se va forjando entre escritores latinoamericanos de nueva camada. Nos conocemos, nos leemos, nos apoyamos, hasta nos tenemos cariño. Es increíble y alentador saber que hay otros seres de la misma especie que se buscan y se ofrecen lealtad. Me alegro por mí, por nosotros, por la sana compatencia, por las mejores novelas, en fin por los lectores ( los que nos leen y los que somos), por este mundo que habitamos que , al fin y a la postre, es el mundo de la literatura. Presiento que no es el mundo de una literatura endiosada, sino de una literatura cotidiana, que incluye playas, viajes, tragos, chismes. Quizás así es que viven la literatura todos los escritores y yo sólo me entero ahora. No importa. Me estoy gozando esta pérdida de una inocencia.

Sólo me resta darte las gracias Santiago, por la visita. Aquí te esperamos, cerca del mar. No nos dejes convertirnos en piedra, okei...