martes, 3 de julio de 2007

ALBUM DE FOTOS





Amigos:

Ha sido un intenso verano de escritura. No les digo en qué he estado trabajando, porque es mala suerte. Un escritor nunca dice lo que se trae entre manos, o se le pasma. Pero creo que ya estoy de vuelta.

Por lo pronto, comparto estas fotos con ustedes. Son encuentros con amigos. Una es de la supereditora Marisol Palés junto con Fernando Estévez, editor de Alfaguara, Argentina, en Colombia. También en Colombia aparezco yo con la sublime Rosa Beltrán.

Después estamos en casa, agasajando a la escritora mexicana Cristina Rivera Garza, que estuvo un mes dando una clase graduada de literatura e historia en la Universidad de Puerto Rico. Los alumnos quedaron encantados.

Y por último, una foto de Aurora (hija de Yolanda Arroyo) com mi hijo Lucián (luz de mis ojos).

Protocolo de un divorcio

Sí, lo admito, yo soy de esas divorciadas reincidentes. Llevo dos divorcios a cuestas, tres matrimonios. El primero me pasó estando demasiado joven . El segundo, a mis cuarenta años, por poco me parte en dos.

Me pasó lo que le pasa a tantísimas mujeres; me dejaron con un niño de meses en las manos. Me dijeron que no estaban preparados, que eso no era lo que querían, que no éramos compatibles. Que yo era demasiado fuerte. Ha pasado un año y medio desde que explotó el asunto y les juro por mi madre que todavía no sé que significa eso: el que yo sea “demasiado fuerte”. Todavía no entiendo por qué, a una mujer, el ser “fuerte” se lo cobran tan caro.

Además, en esos momentos yo no me sentía para nada poderosa. Estaba recién parida, con las hormonas revueltas, con un cuerpo irreconocible, sin dormir. En resumen, era mamá pimeriza. !!! Y a los 39 años!!! Sin madre que te diga cómo hacerlo (la mía murió hace 6 años) Sin mucha ayuda a tu alrededor. Si no llega a ser por la suegra…

“Eres una mujer madura”- te dices, “ Ya estás hecha, con finanzas, con profesión estable. Además, cuentas con tu marido. El te dijo que no te dejaría sola, que ustedes estaban más allá del bien y del mal. Eso será suficiente”. No lo fue.

Yo me sentía que me iba a morir, que me estaba resquebrajanado. Por primera vez en mi vida, le había apostado todo a una relación. Yo era de esas chicas que salen con uno y con otro, que se metían en relaciones imposibles para no tener que hacer “eso” de lo que hablan tantas canciones románticas- ese “confiar”, ese "entregarse". Precisamente por eso, porque pensé que era mi momento de hacerlo, puse mi casa , la que yo compré, a nombre de los dos. Refinancié, compré terrenos, busqué embarazarme.

Lo quería con todo mi ser: una familia mía, al fin propia, hecha con el sudor de mis desvelos y de mis esfuerzos. Y por primera vez en mi vida- si, también lo admito- me había dado la oportunidad de apostarlo todo, de tenerle fe a un amor.

Aposté y perdí. Perdí una casa, perdí un sueño, perdí sobretodo una familia “funcional”, “saludable” para mi hijo. Eso me llenaba de terror. Tanto, que cuando tenía que levantarme sola, en mi nuevo apartamento, a las cinco de la mañana, después de una nochede desvelos con un recién nacido, me preguntaba “ ¿cómo voy a sobrevivir al día?” “¿ cómo voy a sonreirle a mi hijo, a decirle que todo está bien?’ ¿con qué fuerzas lo voy a amamantar, le voy a dar amor, si estoy detrozada por dentro?” Fueron, se los digo, los días más tristes de mi existenncia- sólo superados por el dolor de ver morir a mi madre.

Pero encontré la fuerza. Encontré, de hecho, hasta la dignidad de rechazar al susodicho marido, que después de irse de la casa por dos meses, volvió para decirme "podemos salir, pero tú en tu casa y yo en la mía". Encontré inclusive otro amor y fuerzas para apostarle a él. No he encontrado, sin embargo la paz. Vivo con un coraje por dentro que a veces no me deja tranquila y al cual no le he podido poner nombre hasta ahora. Creo que este coraje se debe a los protocolos del divorcio.

La lógica del divorcio es la lógica de la producción. Vas al tribunal, divides propiedades. Tú te quedas con esto, yo con aquello, y San Secabó; aquí no ha pasado nada. Luego, todo el mundo que se entera de tu divorcio te dice: “Esas cosas pasan; lo más seguro ustedes se siguen amando, pero no pudieron encontrar caminos paralelos. Hay que seguir siendo amigos. Ustedes tienen un niño.” Te dan una palmadita en la espalda. Te cambian el tema.

No me malinterpreten. Sé bien a qué se debe esa reacción. La prensa está llena de hombres que persiguen y matan a mujeres que los dejan, de mujeres que recurren a los tribunales para cobrárselas a sus maridos infieles, abusivos, o a maridos, que como el “ex - mio”, simplemente decidieron que eso no era lo que querían. La gente está en su derecho de cambiar de opinión. El amor no es para siempre. Las promesas tampoco. Pero, entonces ¿qué haces con el dolor?” ¿Qué haces con la rabia, si todo lo que te rodea te obliga a callar, a fingir , a “entender”, a funcionar?”

Yo no sé qué ocurrió en la cabeza del padre de mi hijo, qué lo hizo correr, cuáles son sus monstruos. He intentado, inclusive justificarlo. A fin de cuentas, yo soy 8 años mayor que él y ustedes conocen el dicho: “El que se acuesta con niños, amanece meao…” Aún así, el cantazo fue inmenso. No creo que jamás logre comprenderlo del todo. Me imagino que por eso no estamos juntos. Bien, se acepta.Pero también hay que aceptar otro hecho: Los divorcios duelen y hay que bregar con ese dolor. No buscar venganzas, que nunca resuelven, ni que la persona (o tú) se reivindique(s). Créanmelo, intenté esa vía- la de la reivindicación y lo único que logré fue empeorar las cosas, para mí, mi cuenta bancaria y para la supuesta “amistad” que hay que tener con una pareja después de dejarse.

Hay que bregar con el dolor y la pérdida. Llorar, decirle a la gente que no, que no todo está bien, que no sigues amando a tu ex-compañero, que, inlcusive, ahora lo desprecias bastantito. Que jamás en tu vida te has sentido tan traicionada. Que sabes que se te pasará, pero que, por el momento, te vas a atrever a hacer el papelón de ser la vencida, la burlada, la mujer a quien le dolió perder. La humana…

Lo primero que hay que hacer es no seguir callando. Después, dejar que el tiempo pase, supongo. Volverle a apostar al amor (Esta vez, creo que voy ganando). Ver si el tiempo sana la herida y entonces proponerse un acercamiento con ese hombre que la quiso a una tan mal, o que la quiso a una como pudo. Qué se le va a hacer…

Todos somos vulnerables. A fin de cuentas, nadie es perfecto.