sábado, 7 de julio de 2007

Cuentos de la vida real




Este pasado mes de junio, un grupo de estudiantes y maestros de la Escuela de Bellas Artes del Municipio de Carolina se dieron a la tarea de participar en un taller literario. Yo era la encargada de impartir el taller. Participaron los profesores de Teatro y actores Ricardo Santana Ortiz y Nancy Millán, y los estudiantes Carolyn Morales, Alejandra González Martínez, Carlos Juan Haddock, Chris Muriel Mundo, Giselle Garriga, José D. Hernández Pizarro, Miguel Flores Alomar y Noelia Montero. Todos los estudiantes tenían entre 16 y 19 años y todos eran o habían sido estudiantes de la Escuela y su programa de Artes Escénicas.

La experiencia fue aleccionadora. No voy a mencionar la entrega y talento de los profesores que dedicaron sus horas de trabajo y de asueto a asistir a este taller para mejorar su ofrecimiento profesional. Tampoco hablaré de la joven y entusiasta directora de la Escuela, la cantante y profsora de música Rebeca Colón. Quiero enfocarme en los estudiantes. Sólo una vez di un taller a gente tan joven, inclusive más joven que este grupo de talentosísimos muchachos. Fue en la cárcel juvenil de Guaynabo. A aquellos jóvenes les dí unn taller de poesía y solo por dos semanas. A estos los tuve por un mes entero. Ya sabían trabajar en grupo y con materiales difíciles y difíciles retos. Eran gente comprometida con la cultura, la educación y el arte. Ya estaban salvos. Los primeros habían sufrido demasiado. Poco les pude sacar en dos semanas. Ni lágrimas...

Esto lo cuento para refutar a los que piensan que aprender arte, que defender la enseñanza de música, teatro, baile o escritura creativa en las escuelas no añade nada a la formación de los jóvenes del país. No saben cuán equivocados están aquellos que piensan que un currículo tradicional es todo lo que necesita un estudiante para su capacitación educacional. El arte abre curiosidades. Abre también sensibilidades. Compromete al estudiante con “dar de sí”, no tan sólo con limitarse a embotellar datos y pasar exámenes. La educación es una integración de la enseñanza en prácticas creativas y comunitarias. Sólo el arte puede darle eso a un estudiante- ni el deporte (otra disciplina que admiro y defiendo en los planteles de nuestras escuelas) ni las clases de “liderato” o de “civismo” pueden hacer eso. Sólo el arte puede lograr la magia del conocimiento integrado a una práctica creativa, íntima. Niezstche argumetaba en "El crepúsculo de los ídolos" que la educación consistía en enseñar a ver, a pensar, a escribir y a hablar. Una educación sin arte- sin la incorporación de la enseñanza del arte de escribir, no es una educación completa.

Así que aprovecho para agradecerle a Ricardo Santana y a Nancy Millán su entrega este verano y el que hayan compartido conmigo lo mejor de su cosecha de estudiantes talentosos y fiebrús de la Escuela de Bellas Artes de Carolina. Le agradezco a Rebeca Colón la oportunidad de darme espacio en su plantel. Gracias a Noelia, la bailarina dominico-boricua, por su franqueza y su empeño en escribir un buen cuento sobre una mujer que se sale del "estereotipo". Gracias a José D. Hernández, por su increíble sensibilidad al contarnos las cuitas del hijo de un pastor. Gracias a Carolyn Morales y a Chris Muriel Mundo por darnos sus cuentos de la vida real- de la vida real de hijas abandonadas por sus padres. Gracias a Miguel Flores Alomar, a Giselle Garriga y a Alejandra González por explicarnos la presión que hoy sienten los jóvenes por triunfar por sobre todas las cosas. Gracias a Carlos Haddock por sus comentarios y críticas a los cuentos de sus compañeros; por su entereza al contarnos los problemas de lo que supone crecer y dejarlo todo atrás.

Fue un mes que me dio más ganas de seguir tocando las puertas de Departamentos de Educación para ver si los convenzo de que es imperioso integrar talleres de escritura creativa en nuestros planteles escolares. Sé que el idioma se aprende escribiéndolo; que la cultura se valora haciéndola, que la enseñanza se afianza transformándola.

Mil gracias, Carolina, pueblo mío, por fortalecer esta fe.