domingo, 4 de marzo de 2012

JADEANTE Y SUDOROSA- THE RETURN



He regresado a la brea; ahora con 46 años en las costillas y en los tobillos. He regresado a la brea aún con el fantasma de la fascitis plantal mordiéndome los talones . No lo hago por belleza, ni por salud. Es la costumbre. Llevo 30 años,quizás más, corriendo; no de manera profesional, ni para competir en maratones, ni siquiera como aficionada. Corro. Obedezco esa pulsión de toda una vida. Quizás sea el recuerdo de los pies de mi madre, que no se detenían, perdidos en los pasillos oscuros de su Alzheimers. Huyo de esa herencia. Corro. Quizás sean los pelotazos que le reventaban la piel a mi padre pelotero, maestro de parar bolas rápidas por el shore stop; un padre pelotero que en su tiempo era tan veloz, que se ganó el mote de "Correcaminos".

O quizás esa pulsión, esa necesidad de correr provenga de más atrás, de un lugar más ancestral. Quizás provenga de una herencia o recuerdo más cimarrón, ladridos de perros cazadores, cadenas rotas, barracones que se abren- keep this nigger boy running. Quizás. La cuestión es que corro.

2. Caderas

Por la MCleary, camino al Parque Celso Barbosa y a su malecón frente al mar. Llevo dos semanas corriendo. Otra vez me tuerzo los tobillos. Primero el derecho, luego el izquierdo. Voy una vez a la semana al quiropráctico. Tengo que comprarme zapatillas nuevas. Esto de correr está saliendo caro.

Pero voy en pos del mar y su brisa salina. Creo que la inversión vale la pena.

Al frente mio corre una familia. El padre, oscuro, es del color de los criollos curtidos por el sol. El color de su piel no llega a lo mulato, pero lo bordea. A su lado, su niña de unos 12 años. Tiene las caderas estrechas, no exhibe cintura. La nena está un poco subida de peso. La pobre, heredó el cuerpo del padre. El padre le pasa una botella de agua y le explica; "toma un sorbo , no muy grande, no te lo tomes. respira con él en la boca, no te lo tomes". Tal parece que la niña se ha cansado y no quiere correr más. El padre, preocupado por la belleza ausente de su retoño, o tal vez intentando convertira en un sueño escapado (tal vez la nena le salga tremenda maratonista- hay que buscarle algo) la urge a vencer la resistencia de su cuerpo. Detrás corre la madre. Pelo pintado de rubio oxigenado, piel canela. Casi no tiene tetas pero si unas amplias caderas de mujer paridora. Son caderas anchas de nalgas planas, un tanto fofas, que le brindan por debajo del pantalón negro en lycra que intenta sin éxito de contenerlas. La señora brinca en cantidad, intentando que cada trote le comunique a esas nalgas firmeza, fortaleza, reducción. Sus esfuerzos son en vano; pero ella insiste.

Yo camino detrás de la familia. Ahora me toma más tiempo entrar en calor. Mis intenciones son llegar al parque, que está acoginado y una vez allí darle 6 vueltas a la pista. Intento ser comedida con la brea, no lanzarme a trotar sin calentar, por la ruta de amplio impacto y sus desniveles. "Vives en uan isla tropical" me digo, "de aguaceros frecuentes, de tierra robada a los mangles que se abre contra la lluvia, que se expande líquida por debajo de la brea y la arena con que intentan compactarla. Vives en una isla líquida"- refuerzo el pensamiento- "No te tires a correr contra los hoyos que se abren de repente en el asfalto. Ya sabes lo que te va a pasar".

Acelero el paso. Las nalgas tembluzcas de la madre ocupan mi campo de visión. Pienso en cómo pueden estar, ahora mismo, temblequeando las mías. Soy una negra culona que ha parido dos veces.Tengo 46 años. Por el lado, cruza una ciclista. Chica joven, de caderas estrechas , trincas. Esa es la promesa de la juventud. Lo que ofrece una chica es la certeza de la estrechez, inclusive cuando se abre para recibir el embate. Y quiero decirle a la madre que trota alfrente. "Amiga, no se ofusque tanto. Nosotras también prometemos algo envidiable. La amplitud. Somos la carne madura y macerada que ofrece esto otro,; lo que ya ha dado fruto. Somos la carne amplia y líquida que da sorpresas, que acoge el trote y se abre, por debajo de las cosas que intentan sujetarnos".

He aqui dos idiosincracias, dos cosmovisiones, dos estéticas y dos éticas contrapuestas: la estrechez versus la amplitud, la carne constreñida versus la paridora. Las nenas vs las mujeres.

La familia dobla a la derecha y corta por una de las calles vecinales de Ocean Park hacia la playa. Yo prosigo en pos del mar.


3. el arte de la guerra

Llego al parque Barbosa. En las áreas verdes del centro de la pista, una multitud de muchachas rubias (y una negra que funge como porteadora) practican . Al principio creo que es un equipo de soccer, pero luego me doy cuenta de que llevan un extraño palo con red en las manos. Son jugadoras de Lacrosse. Lacrosse, en Puerto Rico. Jugadoras de un extraño deporte del norte que se inventaron los indígenas, creo que de Quebec. Los más seguro, les han rentado el parque al equipo que viene en busca del sol para seguir entrenando. Allá arriba, tan arriba, debe estar todavía todo congelado. Me imagino que en las reservaciónes de los Onondaga el negocio no les resulta tan atractivo a los modernos jugadores del deporte.

Lacrosse, en Puerto Rico. Sé que la visión me llevará a wikipedia." El lacrosse fue inventado por los franceses colonos del Canadá; fijándose en las guerras entre los indios Caillou y SmooL. Cuando había guerras, los canadienses recogian los crosses y lanzaban piedras con los palos. Esas piedras tiradas con los crosses vuelan a una velocidad increíble.Su nombre original era dehuntshigwa'es en Onondaga, que quiere decir hombre golpeado con un objeto redondo; da-nah-wah'uwsdi o pequeña guerra en Cherokee del Este; Tewaarathon en lengua Mohawk (pequeño hijo de la guerra); y baggataway o el juego del creador en el primer lenguaje nacional. Como había una sola pelota, los jugadores se concentraban en lesionar al oponente con su palo. A veces, el juego podía durar días. Actualmente, el lacrosse es popular en América del Norte. El Campeonato Mundial de Lacrosse para hombres y mujeres se juega cada 4 años.. Los hombres usan cascos ya que mantener la integridad corporal es parte fundamental del juego. Las mujeres usan antiparras, pero menos protectores que los hombres debido a que no están permitidos los encuentros físicos bruscos entre jugadoras".

Una pequeña guerra Cherokee, convertida en deporte por sus colonos franceses se juega en un parque que queda en una isla caribeña a ras del mar. El parque lleva el nombre de un procer negro, fundador de un partido que hoy es anexionista por las razones opuestas a las que las fundó el líder negro. El perfil del liderato de ese partido también es opuesto al de su fundador.

Me imagino que estos siempre son los saldos de las pequeñas guerras.


Ya dentro del parque, decido entrar a la pista y echarme a correr dentro de ella. Sigo observando el entrenamiento de las jugadoras/. Hay una chica negra de porteadora, las demás son rubísimas, todas blancas. Sigo pensando en los vínculos ancestrales entre el deporte y la guerra. No puedo parar de hacerlo. Comienzo a correr.

Le doy uan vuelta al parque y me fijo que en el área de entrada, al lado izquierdo de las gradas, dos mujeres chinas están practicando tai-chi. Mujeres chinas practidando tai-chi en el Parque Celso Barbosa. Las mujeres sacan dos abanicos rojos. Comienzan a danzar-guerrar. Las envidio. Yo también sabía tai-chi, pero se me ha ido olvidando. Recuerdo cuando tomaba clases de este otro "deporte", en realidad, arte para la defensa y la guerra, en la Iglesia Juan Bosco. Nos la daba un padre colombiano. Nos decía "el tai-chi es otra forma de orar". Cierto, para mi el tai-chi era oración, pero a la vez, estaba consciente (siempre esta autoconciencia mía que no me deja regresar o, al silencio, a la mera condición espiritual o animal de existir- quizás esa sea la verdadera razón por la que corro) que en su belleza iba ligada al arte de la guerra. Sun Zi; maestro asesino, samurai y filósofo. La violencia estilizada o no, lleva a extrañas disqusiciones filosóficas y espirituales.

Ese mismo arte, el de herir al contrincante, el de vencerlo, desemboca en el Parque Celso Barbosa, a orillas del mar atlático una mañana de domingo de Pascuas en una isla del Caribe. Habría que detenerse a pensar los nexos entre la guerra, el poder, el neoliberalismo posmoderno y la globalización que alcanza, aún de manera modesta, estas costas del Caribe. Habría que sentarse a pensar eso. Pero decido seguir corriendo.

Veo que adelante de mi una mujer negra clara camina con una faja a la cintura. Quiere perder unas libras . Su cabeza exhibe una melena de trenzas africanas, hechas con extensiones de pelo sintético, lo más probable manufacturado en Taiwan. Trenzas!!! Y bien hechas, con la nitidez y el profesionalismo con que las hacen en Harlem o en Senegal o en Jamaica. Acelero el paso y le monto conversación a la muchacha. Ella misma las hace, en su casa en Barrio Obrero. Le pido el tel, le doy el mio. Si mamá, me cuenta, es dominicana criada en Saint Maarteen. Prometo llamarla para hacer la cita. Como en la mía, pero por otras razones, en la hermosa cabeza de la muchacha también habita la globalización. Otro tipo de guerra y de resistencia.

3. el cuidador de palomas
Termino mi ejercicio, mi pulsión. Me felicito. Le he dado 6 vueltas al Parque Barbosa. No me duelen los tobillos, ni el empeine del pie derecho. Pero no quiero abusar, como las semanas pasadas. Decido ser disciplinada. Emplear unos minutos en hacer flexiones. Yoga. Una negra haciendo yoga después de correr en el Parque Barbosa habitado por rubias lacrossistas y mujeres chinas haciendo tai-chi . Esto ya es el colmo. Para, detente Mayra. Estira el tobillo y vete.

Camino a casa esta vez por las calles vecinales de Ocean Park. Me fijo en las casas, mansiones frente a laplaya. Casas de privilegio. Muchas exhiben letreros de "se vende". Quien pudiera aprovecharse de la crisis del real estate para comprarse una!!!

Llego por fin al Parque del Indio, frente a la calle de casa. Al cruzar la calle de los altos edificios, justo delante del Parque, un señor aprovecha un solar baldio para echarle maiz a las palomas. Cruzo y aprieto el paso, para que no me arrollen los carros. El señor se lava las manos con agua que vierte de un galón plástico reutilizado. No está siendo ecológico "on purpose". Otra pulsión lo domina.

El señor es maduro, de bigote y mirada cerrada, montuna. Tiene la cara blanca, pero curtida por el sol, cruzada de arrugas. Son sus heridas de guerra. El señor viste de lo más modosito, estilo jibaro moderno boricua, camisa a rayas de Donato, pantalones de trabajo marrón. Nada de prendas. Es un típico jincho boricua, morador del campo trasplantado a la cuidad. Y aqui está, en el Condado posmo, dándole comida a las palomas, cuidanddo del úico animal que le permite la cuidad, animal animal y no perrito de adorno; no mascota qué pasear por la calle mientas se trota. Como a extrañas galilinas de la urbe, portadoras de moquillo, ratas aladas, el campesino urbano le echa maiz a las palomas . Se lava las manos después de terminar con la faena. Les deja un cacharro (de plástico) lleno de agua en una esquina. No sé muy bien lo que hace, ni por qué, pero reconozco la pulsión que lo conduce.

No hya razón para que él haga lo que hace, y sin embargo.....

Le dirigo una sonrisa que él no responde. Sigo de largo hacia mi casa.