jueves, 1 de noviembre de 2007

Ivan Thays o la disciplina de lo literario


Conocí a Iván Thays en Guadalajara, hace tres años. Julio Ortega nos había convocado para la FIL. Yo iba a hablar con Volpi, con Edmundo, con Flor Abate y con Thays. No conocía a Iván. Hablé con él un segundo y se hizo la magia.

Hasta ahora ha publicado el libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer y las novelas Escena de Caza, El viaje interior y La disciplina de la vanidad. En 1998 resultó finalista del Premio Copé con el cuento La ópera gris y en el año 2001 su novela La disciplina de la vanidad fue finalista del Premio Rómulo Gallegos. También ha hecho periodismo, dicta talleres de creación literaria y tiene un hijo precioso. Su hijo se llama Andreas, se parece mucho a él y tiene sus ojos.

Durante un almuerzo en el pueblito cercano a Guadalajara hablamos de mil cosas. Estaba muy triste; pero aún así, su compañía fue un deleite. Como Guadalajara abre al filo de la Navidad, fuimos al mercado. Andábamos juntos Melanie Pérez-Ortiz, la crítica boricua, Edmundo Paz-Soldán, Jordi Carrión, Sara Jeftovich y yo. Compramos máscaras de Blue Demon y del Santo para su hijo y para Gabriel, el nene de Edmundo. Melanie le compró una meascara de Spiderman a Ernesto. Yo, cositas de bebé. Para ese entonces yo estaba andaba con 6 meses de encinta de Lucián.

Me entero de que fue seleccionado por el Hay como uno de los 39 mejores escritores menores de 39 años en América Latina. También que recientemente estuvo en el Festival de Literatura de Berlín. Le escribí para felicitarlo y para enviarle la minientrevista de lugarmanigua. He aquí lo que contestó.


>1- Si pudieras escribir con otro órgano que con la mano, ¿cuál escogerías?,
>¿Por qué?

Con la vista. Porque creo en lo que ven mis ojos mucho más que en lo que tocan
mis manos. Mis ojos tienen su propia sabiduría, sus propias experiencias. Lo
malo es que pocas veces las comparte. Se quedan callados.

>2- ¿Qué libro estás leyendo ahora mismo?

Ahora mismo, MANTICORA, la segunda parte de la Trilogía de Deptford de Robinson
Davies.

>3- ¿A qué personaje de la historia te gustaría matar bien lenta y
dolorosamente?

Creo que Hitler tuvo la muerte que se merecía.

>4- ¿Sobre qué tema no escribirías jamás?

Jamás escribiría una novela histórica, y menos que implique una larga
investigación.

>5- ¿Quienes te hubiera gustado que fueran tus padres literarios? Es decir,
>si pudieras casar a tal escritor (hombre o mujer) con otro u otra para que
>te pariera, ¿a cuáles dos escogerías?

Me hubiera gustado ser hijo de Vladímir Nabokov y de Jane Austen. ¿Qué tal se
hubieran llevado esos dos? Seguro comían en casa siempre.

HARD TAILS: QUEER LATINO TESTIMONY EN BARNES &NOBLE






Hay pocas personas a las que amo. Poquísimas. Debe ser porque nací a finales de los 60, cuando ya había pasado la etapa del "peace&love", que no creo que llegara del todo al Puerto Rico, región Caribe, que yo habité. Por eso, repito, hay pocas personas a las que amo. Una de ellas es Arnaldo Cruz-Malavé.

Conocí a Arnaldo Cruz-Malavé en una reunión del Ford Foundation en Washington, siendo yo una estudiante graduada de literatura. El parecía un falso conde latinoamericano. Nunca supe por qué transmitía ese aire de realeza, sobretodo desde la desnuda sencillez con que me trató desde un principio. Nos pasamos todo el día hablando y caminando por la cuidad de DC, yendo a comer comida etíope. Yo lo miraba extasiada, lo escuchaba transportada por su finísimo sentido del humor, su profundo conocimiento de teorías literarias y de literatura caribeña, su agudeza. Pelo negrísimo (en aquel entonces,) manos de nácar, una sola sortija de jade retilando en su dedo anular "Me la regaló mi compañero de toda la vida" me dijo " él es filipino, bailarín de flamenco. Nos conocimos en California cuando yo tenía 22años. Ahora cumplo 38" . "Tenía que ser gay" me dije por lo bajo. Siempre me pasa, los hombres que me fascinan hasta el arrobamiento comparten conmigo la pasión por otros hombres.

Me lo volví a encontrar varias Navidades en Puerto Rico, una vez en la Universidad de Stanford, donde me hizo llorar con un ensayo sobre la obra de Piri Thomas y de Manuel Ramos Otero. "Virando al macho" creo que se titulaba. Jamás un crítico me había conmovido hasta las lágrimas. Rápido y sin que Naldo lo supiera, me hice de su libro sobre Lezama Lima y lo devoré. Entonces supe que aquel amigo que me estaba agenciando poseía una mente providencial, espantosamente aguda. Pero, lo más raro de todo, la suya era una inteligencia que conmosionaba.

Empecé a visitarlo a su casa en Washington Heights, en Nueva York. Profundo conocedor de la cuidad, Arnaldo Cruz Malavé me la fue explicando, barrio por barrio, cuadra a cuadra. Me llevó a donde, en el siglo XVIII se fueron creando los primeros ghettos y las primeras gangas de irlandeses; a la iglesia en medio de Chinatown donde ofrecía misa el Padre Varela, al pequeño restaurancito donde almorzaba Keith Harring, a los piers donde, en los 80, comenzaron a encontrarse los que formarían las primeras casas de vogueing. Cada vez que lo visitaba, Arnaldo me llevaba a descubrir otra cara de Nueva York, a conocer a sus protagonistas culturales- los de la alta cultura y los de la cultura de masas. Me llevó a conocer instalaciones de Yoko Ono , a tomar café en Dean and DeLucca, a extasiarme con las pinturas de Basquiat y a comer la mejor comida turca de la cuidad. También me llevó a "La Escuelita" , a los barrios dominicanos a la sección de Central Park que más caliente se pone de noche. De repente pasaron diez años. A lo largo de esos diez años, Arnaldo me fue revelando una historia.

Durante los 70, cuando era un estudiante en Yale, Arnaldo dio clases de alfabetización en los barrios de Hartford. Allí un ghetto boricua se empezaba a formar. Fue donde conoció a Juanito Extravaganza, un adolescente "home-boy" que de inmediato le montó presión para que se acostaran . "Era un niño, Mayra, pero tenía más calle que yo. Que yo, que en San Sebastián del Pepino hacía que los macharranes se me fueran detrás, como locos. Por eso creo que mis padres emigraron a New Haven cuando cumplí los trece años, para salvarme de la depredación caribeña. Y cuando me creía a salvo, me encuentro con Juanito Extravaganza." Arnaldo lo evadió, pero se hizo su amigo.

Pasaron muchos años. Ya Arnaldo había sido profesor en Tulane University, publicado su libro sobre Lezama, ganado reputación como crítico de literatura gay, latinoamericana y de emigración. Estaba en Fordham (donde, by the way, hoy dirige el Departamento de Estudios Latinoamericanos). En las calles de Nueva York, así, sin más, se topó con Juanito Extravaganza. "Tú eras ese muchacho medio "nerd" que me quería enseñar a leer."- Juan lo reconoció. "Pues yo te quiero visitar. Tengo una cosa que contarte."

Durante esporádicos meses, Juanito Extravaganza visitó a Arnaldo para contarle su vida. Quería que alguien escribiera su verdad, que alguien contara que él, boricua medio analfabeto y maricón completo, había viajado el mundo, siendo parte del scene de los '80 en Lower East-Side. El, Juanito, fue amante de Keith Harring durante 3 años antes de que el famoso pintor muriera de SIDA. Pero la familia de Harring no quería oir hablar de él. Lo negaban en todas las entrevistas. Juanito no era de la aristocracia gay, ni siquiera de la intelectualidad gay. Fue despachado como un "bugarrón latino, de esos que le gustaban a Keith". Peor Juanito sabía que él era otra cosa y quería que se supiera la verdad. Así que fue donde Arnaldo, pidió que lo grabara. Le contó su historia.

Así nació el libro "Hard Tails: Queer LatinoTestimony: Keith Harring and Juanito Extravaganza" que se presentó el pasado 25 de octubre en el Barnes &Noble de la calle 23 en Nueva York. La historia que recoge el libro de Arnaldo es increíble. Yo misma la oí en transcripciones de las cintas que mi amigo me fue enseñando a lo largo de 10 años. "Tienes que publicar ésto. Tú tienes que publicar ésto" le repetí durante todos esos años. Luego, cuando él me lo pidió, leí el trabajo final, que consta de un prólogo y unas notas de Arnaldo que, minuciosa y deslumbrantemente explican calle por calle, la cultura y subcultura de Nueva York; el testimonio de Juanito Extravaganza , amante de Keith Harring y su vida en Nueva York.

Otra vez, Arnaldo me enternece con su inteligencia. Enternece hasta las lágrimas.

Aquí lo que él mismo comenta de la presentación de "Hard Tails".

Nena, nena del corazón, ni en mi sueños la presentación hubiera salido tan bien. Fue standing room only. Desde Jean Franco y Diamela Eltit hasta la madre de la ballroom house de Aviance, hasta Moisés (Agosto), y la familia de Juan, incluidos sus sobrinos y su mamá. Todos estaban allí. La gente aplaudió sin parar. Y después montó un servicio pentecostal de testimonios. Moisés se botó. La hermana de Juan se levantó y me dio las gracias en nombre de la familia en una forma elegante y humilde, sin pretensiones . A la madre de Juanito se le salieron las lágrimas. Juan estaba como quien flotaba. Se respiraba un ambiente cargado pero muy espiritual. Yo fui las diez personas que siempre llevo dentro y que pocas veces puedo expresar. Pero esa noche salieron, una a una, en una forma cómoda y natural, según se fueron apareciendo los espiritus. Había, perdona que caiga en estas cursilerias, mucho amor. Todo fluía (estaban presentes Yemayá y Ochún). Pero lo que nunca me habia percatado hasta ahora es que (no se si me volverá a ocurrir en la vida), me di cuenta que además llevo adentro un predicador que a veces hasta hace a la gente llorar. Y ese es Obatalá.

Bueno, pues hablé. Todos lloraron, pero después los fui consolando a todos con el chiste de que Barnes & Noble quería que compraron los libros. Y nena, ni cortos ni perezosos, hicieron fila. Hasta Jean Franco la hizo; y se vendieron sobre 50 libros.

Not bad!


En las fotos aparece Arnaldo, ahora sin pelo, acompañado de la notoria crítica inglesa Jean Franco, de Juanito Extravaganza y el actor boricua Jorge Merced, de amigos y colegas del cultural scene de Nueva York . También aparece la publicidad de su presentación en la vitrina del Barnes &Noble.


!Enhora buena, Arnaldo! Orgullosísima de tu amistad (Me ababacho ante mi propia cursilería. Intento disfrazarla, pero, por debajo y entre paréntesis pienso- "te amo").