domingo, 12 de abril de 2009

DORIS LESSING- EL QUINTO HIJO

Hay libros que entran de inmediato a formar parte del sustrato incosciente con el cual una anda por ahí por la vida. Una va al banco y el libro está ahí, duerme y ese libro palpita, funciona como una pesadilla que casi se ha olvidado, pero que, a la menor provocación, salta de nuevo a la conciencia y suscita el pánico, más bien, el desasosiego. Son libros npo necesariametne bien escritos. No tienen que ser lo que una considera una obra maestra, (como 'To the Lighthouse" de la Woolf, "Muerte en Venecia " de Thomas Mann o el "Leviathan" de Paul Auster). Pero son libros que te asaltan, se apoderan de tí. Tú teminas siendo de ellos. Eso me acaba de pasar con "The Fifth Child" de Doris Lessing.

Una pareja de tipos convencionales londinenses deciden casarse y tener todos los hijos posibles. Esto lo hacen durante los años 60. No se estila el plan que la pareja se propone. Es el tiempo en que el amor como utopía épica se desmorona. Familias múltiples, divorcios, hogares "posmodernos", amor libre, y sexo, mucho sexo es la orden de día. Si Houellebeq (nunca sé como se escribe el contralláo nombre) escribe lo terrible de este mundo en "Las partículas elementales" , Lessing otra vez muestra lo mosntruoso del oro mundo- del mundo al cual las mujeres no enseñan a aspirar- el mundo de la domesticidad, de la felicidad conyugal, de los hijos y el hogar.

La pareja tiene un niño y después dos, y tres y cuatro. La quinta vez que quedan encinta, algo terrible comienza a suceder. Al octavo mes, la esposa decide que le provoquen el parto. No puede seguir en contienda con ese hijo que carga en sus entrañas, ese monstruo. Y eso es lo que pare, un niño aparentemente normal pero a quien todo el mundo teme.

La novela se cae al final porque Lessing le quiere dar ofrecer una explicación lógica al mimso mundo aluscinante que ella ha descrito en "El quinto hijo". Le dedica párrafos innecesarios a convencer al lector de que "Ben", el quinto hijo, es un troll o un hobbit o un ogro fantástico, de que eso seres existienron en realidad y ahora, en tiempos modernos, esta pareja da la casualidad que ha parido uno. Y ese intento de fabular el sustrato misterioso del mundo de que Lessing construye termina por matar lanovela. Sin embargo, el libro, para mí es una auténtica novela de terror, mucho mejor que el monstruo de Mary Shelley.

El terror de la domesticidad. Lo que muchos no acaban de entender es lo terrible de la experiencia de lo doméstico y de lo maternal- esa experiencia tan absolutamente esquiva y fabulosa. Tener a otro ser nadándote en las entrañas, parir gente que una desconoce, dedicar la vida a limpiarles las cacas, a darle de comer del propio pecho,a proteger a gente que una a veces no quiere (y esto es verdad) , que una puede llegar a detestar, que una ama hasta la locura- todo a la vez. Mirarlos y no entender, repito, NO ENTENDER cómo es posible que ese ser que está parado ahí enfrente esté hecho de la misma carne y de la misma sangre. Una, como mujer, vive absolutamente "in awe" de lo que es capaz de hacer el cuerpo humano, de lo que es capaz de proveer, de crear, de soportar.De los institntos primarios que se apoderan de una en el momento de hacer lo más animal (y lo más poderoso) que ser humano es capaz de hacer sobre la faz de la tierra, darle vida a otro ser humano... a otro monstruo.

Eso era suficiente premisa para la novela de Lessing. Yo no necesitaba la tesis de que la madre de Ben había parido a un monstruo. Yo he parido a dos hermosos, adorables monstruillos, chupadores de toda mi leche y de todo mi tiempo, de toda mi atención y de toda mi alegría. (Esconderme para leer, levantarme de madrugada para escribir) Si no llega a ser por mi marido, estoy segura de que me hubiese vuelto loca. Yo he visto madres totalmente exhaustas por tener que cuidar, cuidar todos los días, alimentar todos los días, oir, cambiar, bañar todos los días a sus hijos. He conocido a madres de niños autistas, niños enfermos mentales, hidrocefálicos, retardados mentales, hijos con deficit renal, o fribrosis milagia o qué se yó qué otra enfermedad crónica que les chupan la vida entera a estas madres. Que las matan de a poco mientras la gente aplaude. Aplaude el espectáculo del sacrificio de ser mujer. Aplauden lo buena madre , lo abnegada que es la doña, el supremo valor de su renuncia. Aplauden la trampa, el horror de la trampa de la domesticidad.

Todos los días me peleo con el horror de la domesticidad. Con la casa, las cuentas, el polvo, los mocos, las terapias respiratorias de mi hijo Lucián, los deberes de la escuela, el reflujo e Airada, el tiempo perdido en regar plantas, trabajar, en ver que existe una realidad que ha sido falsamente romantizada hasta el asco para atrapar a las mujeres en una terrible trampa de la CASA, del hogar. Ese es el nombre de mi monstruo. También la dirección donde queda mi felicidad.

Por eso la novela de Lessing me parece tan fabulosa. Una novela de pesadillas definitorias.

4 comentarios:

edmaris dijo...

Mayra, acabo de perder un bebé, este sábado de gloria. El primero. Pensé en ti y en tus pérdidas, escribí en mi blog y me niego a verbalizarlo. Pero algo me conducía el pensamiento hacia ti. Llego aquí y mira... Gracias, súper reconfortante (en serio eh!)

Anónimo dijo...

Me encantó este post, gracias.
Aunque usted lo sabe de seguro, pido excusas por darme el aburrido gustazo de escribir los nombres de escritoras que no parieron (sólo libros) o que si parieron y vivieron la domesticidad tenían/tienen empleadas o ayuda que limpiaban/limpian o cocinaban/cocinan o le resolvían/resuelven las pendejadas hogareñas:

Jane Austen, Emily y Charlotte Brönte, Djuna Barnes (bueno, cuidó al hijo enfermo), Virginia Woolf (cocinaba o tejía cuando le daba la gana pero, hasta darles órdenes a los criados la sacaba de quicio), Carmen Martín Gayte (la hermana lo resolvía todo), Edith Wharton (bueno, se entretenía decorando...), Emily Dickinson, Dulce María Loinaz, Alfonsina Storni, doña Gabi Mistral, Antonia Fraser (seis hijos que tenían prohibido entrar a su estudio), Tony Morrison (mucamas), doña Rosalía de Castro (muchos criados), la condesa Tolstoy (escribió un gigantesco diario contando todas las putadas que le hizo el gran hombre [muchos criados mujiks]), Maruja Torres, Rosa Montero, A.S. Byatt y su hermana Margaret Drabble, Margaret Atwood, Jorge Sand (criados); y, para terminar mi abundante redundancia: la archiesgoísta y mala escritora Anaïs Nin.
Sólo una sucumbió a la domesticidad y a los cuernos y lo pagó con creces: Sylvia Plath (la metáfora de la cabeza en el horno es escalofriante!

P.D. Perdone, firmo con el horrible "anónimo" porque no recuerdo el nombre con que me registré.

jorge ariel valentine dijo...

al franchute le falta una "c" antes de la q.

Lorna Polo dijo...

Me encanta esta nota. Me parece cierto lo que dices de la maternidad. No me gustan las personas que quieren verle solo lo bueno a ser madre y se olvidan de las preoucpaciones, temores y trabajos que hay que pasar. La maternidad es un milagro maravilloso, pero no debemos idealizarlo sino verlo como es, con todas sus realidades.
Mayra sabes que cuentas siempre con mi apoyo y cariño.
Sigue levantandote de madrugada para escribir el balance y la creación literaria valen la pena.
Saludos, Lorna