blog de la escritora puertorriqueña Mayra Santos-Febres. Contiene textos editados e inéditos, comentarios y datos personales
domingo, 9 de noviembre de 2008
VICTOR FOWLER ACERCA DE OBAMA
Conocí a Victor Fowler en pleno periodo especial cubano. Sería el 1994. Estaba de visita en Puerto Rico. Negro, alto, especialista en Alejo Carpentier y en teoría cultural, me dejó deslumbrada con su ponencia y su discusión de teorías post-mo de último corte. Orgullosa y prendada de su intelecto descomunal, lo seguí por toda la isla en sus presentaciones. Luego, en el 2001, cuando fui a presentar "Sirena Selena" a Cuba en la Feria del Libro de La Habana, decidí ir a verlo.
Lo encontré en la Biblioteca Nacional, encargado del archivo de Carpentier, un puesto que, en verdad, le quedaba pequeño. Nos fuimos a comer un pollo y a hablar de literatura. Otra vez su inteligencia me deslumbró.
Ahora, gracias a nuestra amiga común, Odette Casamayor, me llega este artículo desde Cuba. Es, otra vez, Victor Fowler comentando sobre el triunfo de Obama. Articula lo que yo no me atrevo aún a apalabrar. Todavía siento un susto en pleno pecho. Retumban las palabras de Martin Luther King en mis oídos (Free at last, free at last, Thank God Almighty, I'm free at last!) Por mis ojos pasan las imágenes de zulus y zhosas bailando en las calles de Capetown cuando liberaron a Mandela. Brilla Kofi Anan como Secretario General de las Naciones Unidas, intentando enfrentarse a Bush. Relumbran Toni Morrison y Wole Soyinka ganándose el Nobel. Se empoza la imagen de la infame Condoleeza Rice y se enlaza a la larga cadena de líderes negros infames-Papa Doc Duvalier,los war-lord etíopes, Idi Amín, Mugabi, Jommo Kenyatta, el mismo Aristide). Pero ha ganado Obama, Obama ganó. Ganamos todos los negros del mundo con él.Con miedo en el pecho, sabiendo que la melanina no es garantía de nada, que la política no es tan clara, tan legible como la biología. Que el poder sigue siendo el poder , así crudo, descarnado, sin color en la piel.
Durante el siglo XX se ha ido cocinando una larga y lenta lucha por la igualdad racial a nivel nacional e internacional. Hoy gana Obama y se corona como el primer presidente negro de una nación primermundista y poderosa. Sin embargo, el camino por recorrer para lograr la igualdad racial, la justa valoración de Africa en el escenario internacional, la valoración de la cultura, la historia, la ciencia, la filosofía negra en el mundo (si, existe un "saber" negro) se perfila largo. Hay que erradicar el SIDA de Africa, ayudar a las naciones diezmadas por el World Bank, las peleas étnicas y las secuelas de las luchas nacionalistas. Hay que crear todos los puentes posibles de colaboración y reflexión entre todas las naciones del mundo y sobretodo entre Africa y nosotros los afro-diaspóricos de Occidente. Hay trabajo qué hacer. ¿Nos ayudará Obama?
Pero callo. mejor dejo hablar a Victor Fowler y a su mente prodigiosa.
LA ERA OBAMA
Por Victor Fowler
Es dudoso que tengamos la preparación que se necesita para entender los múltiples significados que entraña la victoria de Barak Obama, en las elecciones por la Presidencia de los Estados Unidos de América, así como la hondura de las transformaciones del imaginario colectivo que semejante posibilidad implica. Que un candidato negro (y de padre kenyano) se transforme en Presidente de una nación que, hace poco más de medio siglo, todavía luchaba para extender (o cercenar) la democracia, de modo que su promesa se tornase en realidad para los grupos de raza negra de su población, es el comienzo de un cambio trascendental. A partir de ahora, cuando lo antes impensable ha sucedido, ser negro y nacido en un hogar que mezclaba raíces rurales africanas (por parte del padre) y un ambiente de clase media norteamericana (por parte de la madre) entra a formara parte de los espacios posibles para terminar siendo figura principal dentro de la élite del poder
en la nación más poderosa del mundo. Si lo anterior significa que los vectores de entrada a dicha élite
son otros que los del apellido rancia y la fortuna familiar como respaldo, entonces asistimos a un paso –este sí, según se colige, definitivo- en los caminos de imaginar un país que corresponden a las tradiciones del Viejo Sur. En este sentido, bastará con el triunfo de Obama, con independencia de su ejecutoria luego o incluso si muriera asesinado (cosa más que posible y tenida en cuenta por los cuerpos de seguridad oficiales que lo protegen; no en vano a su lado desde mucho antes que con cualquiera otro de los candidatos), para que los imaginarios nostálgicos del Viejo Sur vean desaparecer toda pretensión de elegancia y queden relegados a la roña y a la desesperación. Esto, que hace de Obama nuestro Presidente, adquiere matices inquietantes que todavía el entusiasmo no permite elucidar. ¿Cómo es posible tener este Presidente negro, cómo ha sido? ¿Qué tuvo que cambiar y qué promesa implícita hay en su denominación? Más allá de las
palabras y la demagogia electorera, ¿qué mensaje nuevo trae este hombre, no ya en las palabras, sino en el hecho mismo de ser?
Vale la pena recordar algunos hechos, acaso el primero el que en julio del 2004, cuando el entonces candidato John Kerry le pidió a Obama que pronunciara un discurso durante la Convención Nacional del Partido Demócrata, Obama era un político desconocido al punto de que apenas aspiraba a una senaturía por Illinois (cosa que lograría cuatro meses más tarde y con lo cual marcó historia al ser el tercer senador negro en toda la historia del país). En aquella ocasión dijo palabras que, desde ya, apuntaban a un modo nuevo de entender la política norteña: “No hay una América liberal y una América conservadora. No hay una América blanca y una América negra: sólo hay los Estados Unidos de América.” Cuando comenzó la carrera para la presente Presidencia, sus adversarios sacaron a colación la inexperiencia de alguien que apenas llevaba unos meses como Senador; sin embargo, perdieron de vista algo esencial: que acumulaba una importante
experiencia como trabajador social en barriadas pobres de Chicago, un conocimiento del individuo común aprendido en la base y también de las maneras de movilizar y estimular. Esta capacidad de movilizar le fue reconocida por el oponente Mc Cain quien, en su discurso de despedida a sus votantes y aceptación de la derrota elogió lo que llamó “habilidad y perseverancia” de Obama en los siguientes términos: “… inspirando las esperanzas de muchos millones de americanos que alguna vez creyeron, de manera equivocada, que para ellos había poco en juego o que tenían poca influencia en la elección del Presidente…” Las estadísticas que empiezan a aflorar enseñan que la presente ha sido la elección más concurrida de las últimas cinco décadas, que consiguió llevar a las urnas a un sector de no-votantes tradicionales (jóvenes entre 18 y 35 años y otros que votaban por primera vez) y que el triunfo de la opción Obama fue total: con más
del doble de los votos conseguidos por Mc Cain. Para colmo de novedad, los reportajes igual van arrojando ya datos más especializados, como aquellos que hablan del papel central que ocupó Internet dentro de la estrategia del nuevo Presidente; allí, en el medio digital, introdujo un elemento de velocidad y cambio de lenguaje, de presunta cercanía al elector, que posibilitó que reuniese más de 600 millones de dólares en donativos (casi la mitad de ellos recaudados vía Internet y esa cifra equivalente al doble que los que pudo reunir Mc Cain) más una red de más de 700 000 voluntarios. Ahora también se dice que en su campaña participaron programadores, cuya misión fue diseñar y hacer que funcionaran más de 8, 000 grupos y más de 30, 000 eventos en el espacio virtual. Como un aspecto más de interés en su propuesta está la intención de convocar a un gabinete que integrará a republicanos, como parte, según le llama al paso, de “una
política no partidista en cuestiones de seguridad nacional”. En el discurso de celebración, que reunió a miles de personas en el Parque Grant de Chicago, expresó: “Estados Unidos es un país donde todo es posible”.
Y es cierto que algo ha cambiado en la política y, en general, la sociedad norteamericana del presente, agobiada por los embates de la crisis económica, por el drenaje a los presupuestos que implica el sostenimiento de dos guerras (Afganistán e Irak), por el agobio del discurso guerrerista-mesiánico de Bush y su equipo, por el chantaje emocional, las políticas del miedo, el secuestro de libertades y el terrorismo mediático usado como paralizador de la protesta. Junto con el haber cruzado la barrera racial, en uno de los lugares del mundo en que menos se imaginaría, Obama se presenta a sí mismo como un restaurador, un re-fundador, un hombre que viene a inyectarle al capitalismo central la sangre que le permita renovarse.
Encuentro una indicación interesante en Gattaca, película de 1997, dirigida y escrita por Andrew Nichols, cuyo papel central hizo ese actor maravilloso que es Ethan Hawke. En la historia, el personaje padece de una disfuncionalidad física (enfermedad del corazón) que le impide ser reclutado para formar parte de aquellos que viajarán a la estación espacial Gattaca; lo particular del asunto es que la acción ocurre en una época donde la manipulación genética ha hecho posible ya la creación de seres perfectos, cuyas características los padres eligen antes de que los hijos nazcan. Vicent, el personaje central, en cambio fue concebido según métodos tradicionales y no sólo padece de miopía, sino que los padres son avisados de que morirá a los 30 años de un ataque de taquicardia. Si bien la historia y, sobre todo, su final son un canto a la voluntad y un mensaje enfilado a uno de los pilares básicos de la ideología hollywoodense (el modelo de
héroe individual que vence obstáculos gracias a la autosuperación y voluntad), hay un momento en el cual el personaje, al pasar, describe el más importante descubrimiento sociológico que hay en la película:
“Como muchos en mi situación... En los años siguientes me mudé a menudo, trabajando en lo que podía. Tengo que haber limpiado la mitad de los baños del estado. Pertenezco a una nueva clase inferior... Que ya no está más determinada por el estatus social o por el color de la piel.”
Puesto que una gran cantidad de los reportes de periódico publicados anoche insisten en que la victoria de Obama implica una amplificación radical de los límites del “sueño americano”, es adecuado pensar que es ése el mensaje y verdadera identidad de la figura: el primer embate de un capitalismo nuevo, donde la funcionalidad va a ser más relevante que el origen clasista o el pasado racial. Sin más ideología que la del jugador, operativo, performativo, de la era post-comunista y post-moderno. Algo que recuerda una vieja demanda de Jean Francois Lyotard:
“… reconocer a la pluralidad e intraducibilidad de los juegos de lenguaje entrelazados entre sí su autonomía y especificidad, no tratar de reducirlos unos a otros; con una regla que sería, empero, una regla general. “Dejadnos jugar y dejadnos jugar en paz.”
El deseo, enaltecedor cuando se trata de la historia individual de una persona (que bien pudiera ser, por ejemplo, un minusválido transformado en atleta de alto rendimiento), se complica si se le proyectara como idea en el escenario de relaciones inter-grupales o entre naciones. ¿Qué va a ocurrir entre jugadores que habitan y heredan diferencias que hagan imposible el juego mismo? Diferencias que borren la presunta deportividad, y en cierto sentido ligereza de la acción, para sustituirla por un comportamiento depredador. ¿Qué va a ocurrir con los jugadores lentos para comprender e incorporarse, atrasados?
Si lo anterior es cierto, acabamos todos de asistir al nacimiento del capitalismo, pues sólo ahora es cuando comienza cumplir su promesa; dicho de otro modo, la victoria de Obama en realidad significa el fin del orden feudal que, si no se mantenía como estructura económica, permeaba el capitalismo con infinitos lastres culturales. Es ése el mensaje implícito en la victoria de un candidato que reivindica su birracialidad, hijo de un emigrante kenyano, sin riqueza familiar que le respalde, sino sólo su talento y capacidad de maniobra dentro de los juegos que plantea el sistema. Un candidato ajeno a las maquinarias políticas tradicionales. “Esta victoria les pertenece a ustedes. Nunca fui el más probable. Esta campaña no se forjó en los pasillos de Washington, sino con hombres que donaron cinco o diez dólares”, dijo en el Parque Grant. Es, definitivamente, otra cosa y ahora, cuando se piense, por ejemplo, una reunión del G-8, va a llamar la
atención la homogeneidad de las identidades que Europa trata de proyectar; dicho de otro modo, la manera en la que las presiones de la hegemonía esconden y oprimen el tipo de eclosión de la identidad que acaba de tener lugar en estas sorprendentes elecciones.
Sin embargo, puesto que hay que jugar, el cambio sucede dentro de lo mismo e, incluso, como preludio a un horizonte de renacimiento que no puede sino comportar peligros enormes para los propios Estados Unidos y para el resto de la humanidad, en particular la que habita en regiones de subdesarrollo. En este sentido, por asombroso que resulte, puede que todo lo vivido hasta hoy, lo que creíamos conocer, no sea sino el camino que el capitalismo tuvo que recorrer para desprenderse del colgajo feudal. A pesar de todo el horror, dolor, que podamos recordar, era simplemente un niño y es ahora que daría inicio su adultez. La paradoja de este mundo de la “funcionalidad” es que puede ser todavía más terrible, pero ya en una dimensión que ni siquiera tiene que ver con el particular caso de Obama, sino con el “efecto dominó” esperable tras de su elección, con la reconfiguración de las máquinas políticas, con los que no sean capaces de incorporarse
a la transformación: individuos, estados, regiones.
El mundo Obama, nuestro presidente, también está lleno de preguntas por descubrir.
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1 comentario:
Que claridad la de Victor Fowler.
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