sábado, 9 de junio de 2007

Tratado de medicina natural para hombres melancólicos: el mal del falo




Temes que sea cierto lo que todo el mundo dice. Temes que tu mujer sea más hombre que tú.

A fin de cuentas, ella trae más dinero a la casa, es más eficiente en el trabajo. Tiene mucama que les lava y les plancha. Además, no te explicas cómo, tu mujer encuentra tiempo para ser buena madre, hacer ejercicios, mantenerse hermosa, para invitarte (ella paga) a bailar.

Hace meses que no sales con tus amigos. Estás harto de oirlos burlarse de ti.

No sé qué aconsejarte, salvo esta rutina de ejercicios para el fortalecimiento del ego y la voluntad.

Mantén un régimen de alzamiento de pesas livianas. Elimina los carbohidratos, los azúcares y las cervezas de tu dieta. Come frutas, legumbres, y todo alimento liviano que te refresque el humor. No te atiborres de pastas ni de salsas espesas, ni de carne demasiado roja.

Si te gusta tu trabajo, házlo mejor. Si no, abandónalo por otro. Busca hacer aquello que en verdad te apasiona- escribir una novela, terminar esos estudios inconclusos de arquitectura, solicitar un puesto creativo en una empresa de publicidad .O quizás siempre soñaste con abrir tu propio negocio de horticultura. O dar clases de yoga. Consúltalo con tu compañera. De seguro encontrarás apoyo en ella. Total, si tiene los medios para que ambos (por un tiempo) no se mueran de hambre, vale la pena intentar.

Tírate de pecho a vivir tu propia vida. Estoy segura de que al cabo de un tiempo de seguir este régimen, no te importará lo que digan los demás.

Pero, si, aún con tus mejores intenciones, te sigues sintiendo poco hombre, plantéale la situación a tu mujer. Dile que no soportas que ella lo tenga más grande que tú. Déjala que te maldiga o que te vuelva a explicar lo que le has oído mil veces, - que a ella no le importa lo que diga la gente, que a ti tampoco debería importarte, que le importas tú y tu ternura, la forma en que la besas, la hacer sentir viva y respetada por lo que ella es, no por lo que gana o por cuánto hace, sino por lo que es, como respira y se mueve sobre la superficie de las cosas, que tu abrazo le basta, que te dejes de pendejadas. Explícale que tú la oyes, la entiendes, pero que hay algo en ti que no te deja creer en sus palabras.

Que te tienes que marchar.

Ella te odiará quien sabe si milenios.

Pero tú no. Quizás yéndote de su lado, es que tú la empezarás a amar.

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